miércoles, 7 de agosto de 2013

Agosto...

La voz agitada, entrecortada, un bemol o un sostenido, la vida se balancea entre ellos dos pero nunca en una nota central, y todo lo que aprendimos de la música argentina; las grandes historias no solo estaban en las letras de las canciones o en los guiones bien estructurados para mentir. El sabor del aguardiente que quema la faringe o las neuronas, los “adiós”, existe con seguridad un día en que llega el declive y recuerdas con quietud colorida los días tiernos y templados del pasado, de la fe sempiterna. A vece recorro los andenes y miro el suelo y miro mis pies y miro los niños en los semáforos con los parpados empolvados y sus caritas tristes de puta vida y me alegro de mi fortuna o me entristezco de su desgracia. En el ínterin, estoy mirando el techo tendido sobre la cama esperando la coloratura de los días. Somos estas figuras delicadas de celofán agujereado, es agosto y vuelan los papalotes, vuelan las caricias, vuela tu azul sobre el azul del cielo, vuela la calesita girando entre las nubes y es los caballos de Helios hartando algodón de nimbos, y vuela la alegría quizás y ojala como un boomerang.  

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