lunes, 13 de noviembre de 2017

Te di dinamos para transformar los flujos electromagnéticos de nuestros encuentros.
Te di caleidoscopios con cristales de colores que no aparecían en la paleta de Adobe Photoshop.
Te di una nube un día que pedias una almohada y luego te quejaste de dolor de cuello.

Te di sonrisas fortuitas, momentos adventicios de felicidad menguante.
Masajes de pie los días de poco cansancio, uno o dos al año.
Pies de manzana calentados en microondas y vasos de leche tibia.

Te di guirlache, y acaso conocías su nombre;
a pesar de tanto dulce fueron más amargos nuestros días.

Te di películas tristes y clásicas y también actuamos guiones melancólicos.
Fuiste quizás una actriz tan talentosa,
te vi llorar y yo me hacía el fuerte.

Con la certeza de la vejez solitaria que fecundo para un futuro.

Te di bailes y caras extrañas y, por algunos minutos, lo sé, te hice reír.