martes, 19 de diciembre de 2017

Locura...

Si la locura es tener claridad, entonces, llámenme loco, y arrástrense ciegos aún, como siempre en su pasado,
por túneles y ramificaciones infinitas, por parques ahogados en sombras y senderos escondidos entre hierba. Te pude ver y los vi a todos así, chocando sus cabezas como aviones suspendidos que van a un fatal encuentro; con las comunicaciones caídas, sin torre de control. Ahora creo, cada vez más,
y es la sospecha que crece desde antaño,
que estoy mejor sin la gente alrededor.
Buscar montañas, mares, aires desolados,
vivir con el susurro leve del viento
entre los pinos de un bosque remoto, se hace prioridad. Morir de miedo en las noches oscuras y silentes, también, entre ruidos que se cuelan paranoicos.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Te di dinamos para transformar los flujos electromagnéticos de nuestros encuentros.
Te di caleidoscopios con cristales de colores que no aparecían en la paleta de Adobe Photoshop.
Te di una nube un día que pedias una almohada y luego te quejaste de dolor de cuello.

Te di sonrisas fortuitas, momentos adventicios de felicidad menguante.
Masajes de pie los días de poco cansancio, uno o dos al año.
Pies de manzana calentados en microondas y vasos de leche tibia.

Te di guirlache, y acaso conocías su nombre;
a pesar de tanto dulce fueron más amargos nuestros días.

Te di películas tristes y clásicas y también actuamos guiones melancólicos.
Fuiste quizás una actriz tan talentosa,
te vi llorar y yo me hacía el fuerte.

Con la certeza de la vejez solitaria que fecundo para un futuro.

Te di bailes y caras extrañas y, por algunos minutos, lo sé, te hice reír.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Fin de vida...

No lloran los cadaveres
pues entienden con gratitud
el abandono de un cuerpo
que se deshace lento a cada segundo.

Duermen finalmente felices,
el sueño largo y alegre
del que entiende que el domingo no termina,
ni se transforma pronto en lunes laboral.

Y comprenden que no volveran a sentir sus mejillas
el candor de la lagrima que baja por el carril del moflete
y que se humedece por el desamor, por la perdida,
por la adquisicion de un problema nuevo,
por el fracaso, por la vida en sí.

Saben tambien, que no comprarán jamás pastillas
para dolores de cabeza, ni litio para dolores del corazón,
ni deberán sortear soledades que van y regresan,
ni preocuparse por lo que ya es eterno e inmutable.

Morir hay días que parece tan bonito.

jueves, 7 de septiembre de 2017

7...

Permanece con tu hombre.
A su vera y con él, el aroma del vino.
Largas lenguas de fuego
trémulas en el hogar de riolita.

Podrás amarlo hoy, quizás siempre.
Los cuervos vendrán, el hastío.
La alforja perderá peso en el camino.
Las visiones velarán el ahora.

Permanece con tu mujer.
Dale dedos entrelazados,
sonrisas esporádicas,
saqueos de edredón en la madrugada,
discusiones triviales,
reconciliaciones lascivas.

Sirven una copa y se miran de soslayo.
El vapor de uva cargado de días
escalará por las paredes, 
la nostalgia navegará el atersonado.

Besala en el cabello, ahora que conserva su color .

martes, 18 de julio de 2017

Vuelos en destino...

"Vuela un jet hacia el sur 
la cósmica cintura es el folklórico ataúd de un DC-10 
que se hace estrellas contra el suelo.
Hoy estoy como un jet 
perdido entre las nubes 
sin señales para ver adónde voy. 
Pero mi corazón no es ciego."
Charly García.

Me aflige el hoy y el suplicio de un futuro ya trazado. El sol reverbera en lugares de los que soy espectador, en plazas soñadas, por plantas de pies que se entibian en el sopor de los días inmóviles.
Quisiera algun día cualquiera y común, sin esperarlo acaso, dormir y allí, permanecer en el sueño. Continuar entonces en aquella línea onírica, efímera.  Dejar de lado ya, cualquier dolor, dolor del todo, dolor en las rodillas, dolor por el tiempo y senectud.

El niño antaño es un mirlo que atraviesa la ciudad, como ofreciendo un último vistazo, atraviesa el flujo de los sucesos conocidos.

miércoles, 14 de junio de 2017

Desde una reja...

Aspiró el alud de color de sus ojos,
se llenó de verde miel,
y se quebró como el amor que parte
de estaciones subterráneas,
en plataformas de cemento crudo,
sobre rieles y ráfagas de carros de acero,
que son manchas en tomas de larga exposición.

La vida se trataba de pérdidas y de tintes ocres.

Solía necesitarte bajo un cielo azur capitalino, en las mañanas bañadas de limerencia, como la radio necesita a las ondas hertzianas pero algo no mutuo.

Se fueron escanciando en alforjas mentales: quebrantos, astillas y borradores de miga de pan para los buenos recuerdos en carboncillo y ánimos cobrizos del nefelibata, que persisten endebles a través del tiempo.

Les escribo desde prisión, con los pensamientos estrangulados.

jueves, 18 de mayo de 2017

Curas...

Soñé con vos,
figura espejo, utopia;
fe de hablar con vos mismo, en calma;
nebulosa de colores perfectos,
la simetría de los parques,
diciembre al final de cada mes,
nieve que cae en la solapa de un sombrero,
vuelos en globo sobre Capadocia,
Atlántida emergiendo;
atardeceres con dedos entrelazados
en el porche de una granja de madera;
la llegada a la ciudad al culminar un largo viaje,
el rocío que se asienta en la hierba.

Somos visiones y muñecos de otros,
porcentajes medios en expectativas ajenas,
resignación y curitas;
Lo que se puede,
Lo que se alcanza,
Lo que hay.

jueves, 6 de abril de 2017

Expectativas

Yo no escogí esta vida,
ni mucho menos, ni mucho más;
esperaba sólo mantas y frazadas permanentes,
tardes de reposo, pies de fresa tibios
en alfeizares de rúas con paredes blancas
y costanillas con baldosín de loza azafrán.

No esperaba días inmóviles como el pensador de Rodin,
analizando números, transformando cuentas, sumando pesos; 
restando crónica posible a la biografía de un anacoreta.

Veo por la ventana a un gavilán que recoge escarabajos
y exhibe su libertad riesgosa; y entonces,
sube el ardor de la envidia por las venas,
entre piel y hueso, por los dedos que se sueñan plumas.

Y el animal vuela, y el hombre es raíz.

domingo, 5 de marzo de 2017

"Sólo el amor sostiene"

Sostuvo el amor sus tardes de arreboles púrpuras con el pueril pedúnculo de un dogma de cuentos y de fabulas de alpinistas en cielos intocables. Toda la vida esperé una férvida epístola con aroma amalgamado de azaleias y humores femeniles, diría: Queridísimo querido, permitase saber que hasta ahora en su vida permanecía en ensueño inducido como prueba y antesala y peritaje a sus aptitudes para desenvolverse en escenarios de vida real. Se procederá con reanimación celular; sepa y suponga usted que, al tratarse de una evaluación, se llevaron los sufrimientos, el caos, las enfermedades y padecimientos, la vileza humana y las tribulaciones a niveles inconcebibles en el mundo real.

Firma Ministerio del desarrollo ónirico. 

Llegaron en su lugar en despuntes pálidos de albores cítricos, esquelas con fechas cotidianas y entierros poco concurridos. No podríamos celebrar nuestro propio óbito paulatino, y subrayese propio, aunque extendido en cada individuo (no así la conciencia de ello), quizás podríamos utilizar como herramientas productoras de consuelos y sonrisas los atardeceres, el murmullo de un río, los postres de maracuyá y los cupcakes, la promoción de doce donas por siete, la inflorescencia en un árbol en el parque, los balcones con vistas en wide screen, los ascensores con aire acondicionado y el beso entrañable de la madre en la mejilla, que se ruboriza y se enarbola, y que traza ciertos días con capas de barniz diáfano. 

lunes, 13 de febrero de 2017

Sabores...

Siento sabores de frambuesa sobre sabores de boca amarga, una boca de seis de la mañana, así deben saber los ojos con legañas, a pan francés de nueve días. Pude entender el rojo de tus dedos por trabajos con cerezas, a través de los años, como la aventura de las pequeñas cosas, como el viaje tremendo que son las vidas, valle de frailejones gigantes, pues los días son fríos con un sol de altura. Dulce es la ciudad en precoces horas, tímida la canícula del sur aparta las cobijas para fosforecer. Llegan los años y los hilos se hacen muy visibles, las almas muy rotas, los cuerpos tan vencidos, los ensueños resignados. No somos dueños sino deseos íntimos, no nos pertenece más que el suspiro del anhelo. Más allá del cristal todo va grisáceo, pienso tu imagen dentro de la imagen de una gota de lluvia elíptica que se aferra al alfeizar, con miedo de caer. 

jueves, 19 de enero de 2017

Realidades...

Aquel hombre había tratado con desdén a su madre la mitad de los años que estuvieron juntos, la otra mitad la pasó entre el ejército y habitaciones alquiladas en barrios marginados de la ciudad, que pagaba rifando cien mil pesos cada semana en la zona y en las universidades públicas. Una tarde, cansado de su casa, de sus hermanos y de los reclamos de su madre porque no le daba libertad para sus antojos, se marchó y para no pasar penas por dinero se reclutó en el ejército. Allí aprendió la rigidez que ahora lo caracterizaba y le enseñaron a no llorar porque eso no es de hombres, y así enterró sus sentimientos y se tornó en un ser frio y disciplinado. Un lustro después conoció a su mujer y dejó la milicia para pasar las tardes con ella; y así fue su transitoria transformación, seducidas sus células por el aroma mismo del amor incipiente, dedicaban las horas a mirar los atardeceres e iban al rio Pance y se dormían sobre las rocas o subían al cerro de las tres cruces y abrían los brazos como diciéndole al mundo aquí estamos y somos invencibles, aquí estamos vengan y asesínennos con un puñal, somos inexorables, róbennos y dejen vacíos nuestros bolsillos pues jamás podrán quitarnos el amor. Los días pasaron y esas tardes hermosas y áureas salpicadas de góticas de amor, puro amor, amor como si los niños gobernaran el mundo, como si el cielo fuera de satén, suave y sexy, como si la ciudad se hubiera toda coloreado de tono sepia y tuviera un ambiente romántico como en las viejas películas francesas, todo aquello fenecía y ahora apenas los dos salían de la casa juntos. El amor no logró sostener los problemas financieros y como él no sabía hacer otra cosa que portar un arma y decir "¡señor, sí señor!", no consiguió ningún trabajo; o eso le decía a su mujer, ya que en realidad sólo salió dos días a buscar empleo antes de darse cuenta de que él no servía para ser empleado de nadie. Decidió pasar los días tirado en un sillón y le dejó el trabajo pesado a su esposa. Ella que tampoco encontró un trabajo y debía mantener a su hija, ante el desespero, comenzó a visitar las calles después de las once de la noche y rasgó todas sus faldas que antes le llegaban hasta las rodillas y que ahora se ceñían a sus muslos apenas ocultando lo necesario. En las calles vendía sus sueños y ganaba algo de dinero para su hija, para mantener a la morsa de su esposo, y lo que le sobraba lo invertía en tranquilizantes y pastillas para volar y para distraerse de la vida que se había vuelto una mierda. Y así también, recordaba aquellas tardes cuando la felicidad le coqueteaba y eran sublimes como un crisantemo dorado que crece dando contrastes en un valle volcánico.

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