Agosto...
La voz agitada, entrecortada, un
bemol o un sostenido, la vida se balancea entre ellos dos pero nunca en una
nota central, y todo lo que aprendimos de la música argentina; las grandes
historias no solo estaban en las letras de las canciones o en los guiones bien
estructurados para mentir. El sabor del aguardiente que quema la faringe o las
neuronas, los “adiós”, existe con seguridad un día en que llega el declive y
recuerdas con quietud colorida los días tiernos y templados del pasado, de la
fe sempiterna. A vece recorro los andenes y miro el suelo y miro mis pies y
miro los niños en los semáforos con los parpados empolvados y sus caritas
tristes de puta vida y me alegro de mi fortuna o me entristezco de su
desgracia. En el ínterin, estoy mirando el techo tendido sobre la cama esperando
la coloratura de los días. Somos estas figuras delicadas de celofán agujereado,
es agosto y vuelan los papalotes, vuelan las caricias, vuela tu azul sobre el
azul del cielo, vuela la calesita girando entre las nubes y es los caballos de
Helios hartando algodón de nimbos, y vuela la alegría quizás y ojala como un
boomerang.
Etiquetas: agosto, cometas, papalotes, poesia, prosa, senda del nahuel