jueves, 27 de noviembre de 2008

El tiempo que nos queda (Parte 3)


JUEVES 27 DE NOVIEMBRE



Se despierta con el sonido de la sirena de una ambulancia que deja sus ecos de frecuencias altas flotando en las corrientes de aire. Pasa sus manos sobre sus ojos, se los frota bruscamente y permite que la claridad de la mañana se perfile en su iris. Sus pies descalzos se apoyan sobre el alfombrado de felpa, sale rápidamente hacia la puerta de la habitación y camina a trompicones hasta la sala de visitas. Solamente dos muebles marrón adornan el lugar, una ventana cubierta por una capa tupida de polvo amarillo filtra la luz matutina hasta convertirla en una iluminación natural de seis de la tarde. Ella se encuentra en la cocina ocupada con el desayuno, lleva un abrigo verde de algodón y un Jean ajustado a su cintura perfecta, es de esos paisajes que se podrían admirar sin cansancio. Mueve sus rodillas para atrás y para adelante al ritmo de su música imaginaria, con sus dedos despeja el dosel de mechones que le cubren los ojos, advierte la presencia de Lois a su espalda.

- Creí que ibas a seguir durmiendo por semanas – dice con una sonrisa en su rostro.
- La curiosidad es un instinto tan básico, tan solo necesito respuestas, ¿por qué me traes hasta tu casa y me cuidas sin conocerme? – inquiere Lois.
- Sabes, ayer iba a terminar con mi vida, y creo, que a ti también te estorba un poco. Cuando te encontré deje de sentirme sola por un instante, alguien más entendía mi situación, es algo así, un sentimiento de consuelo; ¡pero alégrate!, algunas cosas es mejor no saberlas a fondo – dice estas ultimas palabras mientras hace girar una rebanada de pan tostado en el aire en un gesto de ternura – soy Samanta, un placer conocerlo, “señor esperanza”, aquí vas a vivir por un tiempo.
- Lois, es Lois.

Por la tarde, Lois sale del apartamento, ha decidido quedarse a vivir con ella un tiempo, casi como si se lo hubiesen ordenado. Desciende las escaleras de caracol hasta el primer piso del edificio, empuja las puertas de cristal y su cuerpo es golpeado por el silencio de la calle. Camina despacio con las manos dentro de los bolsillos por el centro del callejón solitario, una senda estrecha entre dos hileras de edificios altos que se extiende por un kilómetro hasta conectar con la avenida principal. Un copo de nieve llega hasta el torso de su gabán, Lois levanta su barbilla hasta posar su mirada en el cenit y sus ojos logran ver un espectáculo precioso de frías partículas níveas que se precipitan desde el cielo, aprieta sus parpados, abre sus brazos en toda su envergadura y camina con las briznas de nieve vistiendo su rostro; respira profundo el gélido aire hasta dejar henchidos sus pulmones, entonces exhala todas sus preocupaciones.


lunes, 24 de noviembre de 2008

PERCEBE


LUNES 24 DE NOVIEMBRE

El cielo se abrió como una cortina de hermosura,
la luz recién nacida penetró la piel exigua de mis parpados,
pero no la armadura gruesa hacia el corazón que permanece oscuro

Seguí vestigios de un pasado que no madura,
hogaño sigo cayendo y las rodillas siguen sangrando,
mis pasos se atan con grilletes que no tienen eslabones débiles.

Busqué el convexo contorno del arco iris,
el frustrante deseo que permanece,
la porfiada razón que nos mantiene,
las palabras que aun no germinan;
no encontré más que el silencio baldío
del barco encallado en costas forasteras.

Me he quedado suspendido ante tu ausencia, abrazado a tu espíritu;
permanezco como un percebe adherido a las rocas con que me heriste,
permanezco como un ciclón de viento que se aloja en ecos ajenos.

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viernes, 14 de noviembre de 2008

Por una calle oscura...

VIERNES 14 DE NOVIEMBRE

Se tomaron de la mano,
salieron con las primeras luces diáfanas,
se sentaron en un café, fueron fantasmas,
bebieron gotas de un paraguas.

Lloraron juntos, corrieron juntos, volaron juntos por las ruinas de la ciudad.

Por una calle oscura, por una flor de luna, sin razón alguna,
cuando estaba solo.
Porque entendía que un recuerdo no se puede edificar.

Se esfumaron entre nubes,
jugaron con el sol por diana,
bebieron bálsamo de luz, que cura el desamor,
y ya pasaba.

Lloraron juntos, corrieron juntos, volaron juntos por las ruinas de la ciudad.

Por una calle oscura, por una flor de luna, sin razón alguna,
cuando estaba solo.
Porque entendía que un recuerdo no se puede edificar.

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martes, 11 de noviembre de 2008

El tiempo que nos queda (Parte 2)

MARTES 11 DE NOVIEMBRE


Diario de Lois
4 de Enero

Cae la lluvia con su magia esplendida, las gotas tratan de atravesar el cristal. Una hoja desprendida de un árbol se apea fuerte al vidrio mientras la ventisca trata de arrancarla intempestivamente; me pide que la rescate, eso creo. Me levanto de la cama, veo a dos niños jugar con los barrizales de un antejardín vecino; ¿Dios, cuándo perdimos la infancia? ¿Cuándo se nos agoto la inmadurez? ¿Cuándo cambiamos la diversión y el placer de unas vueltas en la noria, por los coloquios de bar? ¿Será que perdimos todo el amor por vivir a través de los cumpleaños? ¿Acaso las velas que apagamos en cada pastel, también extinguieron nuestra llama?

Ella entro con un café y una tostada ésta mañana, “estás en mi casa, caíste inconsciente otra vez”, giró el pomo de la puerta y salió sin agregar nada más. Tal vez quise saltar entre las jambas y perseguir una explicación, pero la debilidad me ganó. Todavía me pregunto cómo una extraña pudo traerme a su casa, a su habitación sin ningún tipo de vacilación. No puedo evitar sentir curiosidad y hasta miedo; en este mundo tan loco uno ya no sabe qué puede esperar.

La tarde sigue pasando lenta y cansina, comienza a oscurecer, o el día se puso más gris. Las horas pasan sin afán, en el tercer piso del edificio contiguo suena “are you lonesome tonight” de Elvis con sus notas de muerte y presagio, el aire en todo el suburbio esta tan denso de melancolía que creo que comenzare a condensar mis lágrimas. Mañana iré hasta la cocina para ponerme al tanto de los hechos. Mientras tanto, ella sigue siendo mi enigma.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El tiempo que nos queda (Parte 1)

LUNES 08 DE NOVIEMBRE
Alguien alza su copa y brinda con el aire sentado en una mesa del rincón de una cantina que concurren algunos que quieren morir. Tras un biombo enmarcado con bambú y guarnecido de pinturas desteñidas del bajo Orleáns un hombre asoma su cuello largo y estirado por el escote de su camisa. Hay caminos inconclusos en su mirada, hay tristezas de cribados de oropel y no de oro; hay tangos frescos, melancólicos, sicóticos, incontrolables como el humo de un cigarro. Bajo la voz profunda del acordeón de Malena, con la cabeza gacha se envuelve en un vaivén de ideas salpicadas de lúgubres pensamientos

- Tengo que terminarlo todo, tengo que terminarlo todo, el diario, la muerte, el reconocimiento, ha llegado el momento, no lo puedo prolongar más.

Lois se levanta brusco derramando el brandy entre las ranuras de los tablones de la mesa. Piensa que su equilibrio en este instante es tan escaso como el de esa copa, que los golpes también lo han desestabilizado a él. Deja la cantina, las miradas de los borrachos impávidos, sedados y perturbadores. Toma el callejón dieciséis hasta la entrada del bulevar sobre la diecinueve, arrastra el ruedo del pantalón por el hormigón de los andenes citadinos. Su cara está demacrada y sus mejillas macilentas, saca un libro del bolsillo de su gabán y comienza a leer; las ideas vuelan en su cabeza, se desordenan…rápido…uno…dos…tres, comienza a correr, está confundido, el reloj de una iglesia marca las dos de la madrugada, un pájaro gris pasa casi atropellándolo, las palabras del libro…”el conocimiento es tristeza”…”vive para siempre”…”la senda se estrecha”…”latidos de corazón”...un golpe.

- ¿Estas bien? – la pregunta introductoria sin sentido de una extraña al ver a Lois tirado en el borde de la acera con sus manos sangrando.
- He caído inconsciente – responde Lois con desgano.

Recién abre los ojos, y por primera vez se da cuenta que no todas las cosas sobre el mundo están hechas de oscuridad. Siente un miedo profundo, el temor hacia la hermosura que siente un artista antes de terminar su obra, las ansias de un niño antes de salir a un paseo. La rubia deja caer su cabellera sobre su frente mientras lo revisa.

jueves, 6 de noviembre de 2008


JUEVES 06 DE NOVIEMBRE



¿Querrás tu rectificar las lineas de mis manos?...
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martes, 4 de noviembre de 2008

TAN SÓLO UN INSTANTE...

MARTES 04 DE NOVIEMBRE


Si algún día se presentara alguien con una alforja llena de instantes, y te dijera: escoge un momento que quieras volver a vivir, pero una vez que lo experimentes de nuevo, se borrara de tu mente para siempre. ¿Lo harías? ¿Vivirías un instante precioso una segunda vez para luego nunca recordarlo? ¿Pero cuál es el dolor que permanece dentro de nuestros pechos una vez que hemos vivido algo hermoso? Cuál es ese sentimiento de presión y de desvanecimiento que se apodera de nuestros cuerpos cuando sabemos que algo no volverá….ese dolor son los recuerdos; un mareo existencial de corrientes alisias que se interpolan en la maraña de nuestros pensamientos. Si experimentamos algo grande, somos felices, y si luego no lo recordamos, si después no viene la nostalgia, y el soñar despierto con los ojos cerrados mirando hacia el sol; entonces tal vez nunca seriamos tristes.
Si yo lograse vivir un momento del pasado seria:
  • El instante cuando subí las escaleras de un edificio y te vi allí parada con tu sonrisa preciosa, perfecta y conocí la tristeza de lo inalcanzable, y te salude, pero un mal día quizás no volvimos a hablar y luego olvidaste mi nombre.
  • Una noche estrellada en la capital con cincuenta mil luces verdes girando en un ballet sincronizado a las notas de soda stereo: “he llegado hasta el fin, con los brazos cansados, tantas veces te vi simulando un olvido, y eso paso…fue”
  • En un taxi hacia un aeropuerto dormido entre tus brazos, con la resignación y la amargura de una despedida del tipo: “no se si nos volveremos a ver”
  • El día en que escribí mi primer poema, el día en que desempolve una vieja guitarra abandonada de la casa y luego no la pude dejar de tocar y de amar, el primer temblor por amor (despiértenme cuando pase el temblor…), los paseos familiares, cuando era mas feliz, tiempos invaluables en el cofre de mis tesoros.


Y tal vez elegiría cualquiera de estos instantes para recrearlo, pero ahora que lo pienso mejor, la tristeza de estos instantes, toda la nostalgia, todas las lagrimas que cayeron al piso van ligadas con todo lo que amo y adoro, creo que conservare el dolor en lugar del vació. Todo desconsuelo es necesario.

sábado, 1 de noviembre de 2008

PENSAMIENTOS DE LLUVIA...

LUNES 01 DE NOVIEMBRE

Quien se divierte con las cosas triviales para la mayoría, entiende la magia oculta de las cosas sencillas en el mundo. Cada cosa que nos rodea tiene su encanto. A veces, por las mañanas, cuando salgo de la casa caminando hacia el trabajo, creo que cierro los ojos, izo mi cara hacia el cenit, e inhalo muy profundo para contemplar los aromas de la tierra, de la ciudad viciada y contaminada; los almizcles de rosa y smoke, los matices de samanes y almendros de otoños suspendidos en el tiempo, los aromatices de tierra húmeda y dehesa fresca. Hasta podría decir que camino lento y a ciegas por unos segundos, y los silbidos iracundos de algunos carros zumban en mis oídos. Voy en el bus de transporte público, es viernes por la noche, hay una lluvia cansina que se deja caer con su gris vertical sobre los andenes y las calles de la ciudad. Los adoquines desgastados de las vías de antaño lucen renovados bajo los prismas irisados de agua y aceite. Recuesto mi costado izquierdo en la ventana del bus, los cristales cerrados dejan deslizar sublimadas gotas de agua que se arrastran hacia atrás por el vidrio con la inercia y el viento. Las luces rojas de los autos son hipnotizantes a través de la cortina de lluvia, siempre me pareció así, las miro fijamente cuando el conductor frena y brillan con más fulgor, y cada brillo es un recuerdo que vuelve a mi mente: una niña escurriendo sus ropas mojadas en una piscina, un columpio que nunca dio el giro completo, un hombre con un corazón roto, las cinco casas, un beso en el parque, una amiga allá arriba, los días sólo contigo madre, los amigos de la infancia, el mundo que dio sus vueltas y arrojo a algunos afuera, la abuela con sus ojos verdes cristalinos rezando un rosario, cincuenta mil esmeraldas pintando el horizonte, las melancolías y las tristezas, es un planeta cruel, quién dijo que no. Hay que retroceder la película para vivir, o esperar con ansias que se nos reserve un gran final.


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