Y al soñar, los pensamientos hilvanados en su cabeza
eran marejadas que surgían como picos de un pasado.
Intentó ser el tiempo que sangra entre las agujas,
saborear la sal y el óxido de sus heridas.
Caminó entre los rieles del tren,
bajo el cielo naranja guarnecido de estíos.
Por los arboles de limón con su perfume acido
y el sabor de los yerros, sabor metálico de hierros;
de domingos de manta y cama,
de los lunes de bostezo.
Al despertar las palabras son un gato en la cocina,
una voz grita en la alacena: sal y compra o vende nueva carne.
Salió, el calor escaldó sus pestañas.
Dormitó con las frecuencias del doppler cotidiano.