El problema en principio, es lograr sentarse a escribir
dejando de lado ese sentimiento súbito de que lo que no se ha creado aún ya es
un fracaso. Quisiera uno como individuo sentimental, enamorarse cada vez de la hoja blanca que se
retroilumina en el monitor.
La decepción es un ítem necesario en el placard del
escritor, ¿se podría hacer esa reflexión acaso? El camino de la literatura es
un hombre que en el día trabaja de albañil y en las noches de demoledor.
Verifíquese mi vida, el pasaporte de mundos mejores que se
me ha quitado, la sonrisa hurtada, el derecho a maravillarme. Investíguese con
pulcritud y detalle los pormenores y los hechos cronológicos de la formación de
mi materia. Vos te vas, y queda la noche salpicada de topacio, extendiéndose y
amenazando con rasgarse, dejando al descubierto solo el vacío limpio e
insustancial, mi estado de alma puro, el primer segundo del primer respiro.
Nótese que para alcanzarte, extiendo no solo dedos con uñas, sino también la
larva misma del soplo frágil de dios. Así, se atenúa el cuento, nada es de mi
santiscario.