se llenó de verde miel,
y se quebró como el amor que parte
de estaciones subterráneas,
en plataformas de cemento crudo,
sobre rieles y ráfagas de carros de acero,
que son manchas en tomas de larga exposición.
La vida se trataba de pérdidas y de tintes ocres.
Solía necesitarte bajo un cielo azur capitalino, en las mañanas bañadas de limerencia, como la radio necesita a las ondas hertzianas pero algo no mutuo.
Se fueron escanciando en alforjas mentales: quebrantos, astillas y borradores de miga de pan para los buenos recuerdos en carboncillo y ánimos cobrizos del nefelibata, que persisten endebles a través del tiempo.
Les escribo desde prisión, con los pensamientos estrangulados.