olían a alcanfor, a espacios de
tiempo y a crisálidas muertas.
Tenían el cortés efluvio
de una rayuela olvidada;
Que un día decidió partir
y se perdió entre penachos
verdes en majadas en patios
huérfanos.
Ella, con la boca en pastelito mordido,
tragando polvo, como plancton.
Hizo cimeras de hierba sobre su cabello,
dormitó sobre las bancas húmedas.
Y un día de esos en que el cielo
parecía abrumado y hastío,
regresó y nada había cambiado.
Eran las mismas letras y yo,
Y yo, tan sumiso, cabestrante
de una vida con violines.
Tan no escritor.
Como si los días se pudieran renovar.
2 comentarios:
Y sí, como red que nos atrapa y que sentimos dsconocida, ajena, pero al tiempo nuestra, tan nuestra... como la sumisión, el dejar de ser, para ser otro y se acierta cuando develamos que somos el mismo/a.
Un placer enriquecedor pasar y encontrarte Nahuel. Saludos con aroma de café hasta Tabogo.
Crisáildas muertas que ya no serán mariposas, ni volarán.
Y tú, tú y tus letras en el regreso que en nada cambia.
Hermoso, hermoso, gracias, Nahuel.
Abrazo
Ío
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