Soy un
cántaro vacío o quebrado,
la
tristeza es furiosa conmigo;
pero
ahora es un forastero
en una
ciudad metálica
que se
llama resignación.
El
bosque se ha replegado
y el
sol que funde las pupilas se desfigura
entre las
sombras de la Torre de Cali.
Creo
que han muerto los que necesitaban los rayos UV.
Las
orquídeas de vainilla desnudas y errantes
ya no
crecen en la ciudad / ya no crecen.
Si
pudiéramos comerlas, si nos rebasara
el
deseo para guarnecer la amargura.
Como
las flores de mi cornisa, nunca está quieto mi olvido,
sacude
mi cama / me tira los libros tanta cama / tantos libros,
tanta mollizna
en el pelo me envilece, me confunde, los pasos incipientes,
la
primera gota de lluvia rasgando el algodón en el cielo,
derramada
en la punta de una nariz.
Tú me
pedias un poema que termine con
“las
flores que nos nacen en la boca / la palabra”.
1 comentario:
Me ha encantado, Nahuel, es precioso y es de esas veces que no sé qué puedo decir, de esas en que el poema te arrebata y quieres ser él, sus palabras.
Mi felicitación para ti y para Ibeth Hache por este magnífico y hermoso poema.
Gracias, saludos.
m.
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