Hoy que muere el fuego, la llave,
la letra y la poesía.
Raza mía, piel maní.
Hoy que ya no sos.
Hoy que ya son dos meses sin escribir,
por el don perdido,
por un dios que arrebata,
por el badil inservible.
Brindar, esta noche clara de Martini
por el dolor de la querida melancolía.
La daga en la aorta,
el cartílago de mantequilla.
Poder regresar y encontrarse
en servilletas, en el pintarrajo
de portadas de cuaderno,
en el cieno en la rodilla.
Como el niño cándido en
tierras que esputan sangre.
Y sus manos han de crear sangre.
Estabas recostada contra la pared, entre las espinas de las
pesadillas y las gomas del sueño. La pintura era roja y contrastaba con tu tez
pálida, como sangre en la nieve, o como nieve en la sangre. De todas formas así
de hermoso, así de trágico también tu semblante. Un cerebro calinoso te traza
exacta, un salto en la memoria, una instantánea que se revela entre visos
cromados. Por qué tan preocupada mi flecha en el esternón, mi mariposa ahogada
en el estómago, mi primero de enero, mi treinta uno de diciembre si despiertas
a mi flanco. Sara, huequito en mi queso-vida; si uno pudiera elegir no
despertar y vivir en la casa onírica, sembrar amapolas y geranios y alguna vez
orquídeas, establecerse y no envejecer, contemplar el movimiento de las estrellas
en el porche (que tendría que ser uno de esos de columnas de madera que
aparecen en las granjas de los trigales en las películas), callar. Entonces
deshacerse de los que no pueden parar de hablar, los que quieren resaltar, ser
relámpagos, porque no vale más hablar así no exista aporte, no importa que lo
afirmen los psicólogos; hay en el introvertido una belleza reservada y un don
de sentir, de transformar e impulsar. Sara camina entonces por un pasillo en
blanco y negro, lleva un vestido de cuero azabache con encaje en la espalda, se
aleja. La encuentro en un rincón arrancando las capas de pintura vieja de las
paredes y entonces el cuadro ahora es el de una fotografía en una habitación de
Chernóbil. Has salido a una piscina y te has lanzado, entonces en un momento
irreal ha emergido del agua un cocodrilo y te ha tragado entera. Fin del sueño.
Despierto con la molestia de ver tus pies desaparecer en un hocico.