Rosario, voy a quedarme todos los
días pensando en cómo hubiera sido la vida contigo. Ya sabes de aquello de las
bifurcaciones, esa larva que se atornilla en tu hipotálamo, se alimenta de tu cerebro y va infestando tus pensamientos hasta convertirse en
eso que llamamos nostalgia. Soy de esos que piensan todos los días en las
opciones que no tomaron en el pasado y en cómo serían el presente y el futuro
de haber elegido un camino en lugar del otro. Rosario, tu pelo huele a brevas con
arequipe en fiestas de diciembre y traza ondas en el aire como la bandera del país
que nunca he sentido propio; eres como ese lugar de Europa del que uno se
enamora en las postales y nunca visita. Tú me mirabas a través
de las mesas de un bar y yo jugaba a esquivar, nunca he soportado eso
de mirar fijamente. Caminabas por las calles cuarenta y cuatro y por la tercera
en el norte magnético de la ciudad, en las noches opacas con faroles
descompuestos, en los días sofocantes de treinta y cinco
grados Celsius, ciudad desierto, hervidero de lágrimas evaporadas, con ese
andar de libertad fruto de victorias vitales; y te divertías buscándole formas
a las nubes. También, muchos hombres se divertían encontrándo formas al arco de tu espalda. No sé cómo te
llamas, Rosario suena bien, tiene ese tono de oración y de súplica, también
de salvación. Aquí estoy en la cama. Es uno de esos domingos filosóficos en los
que toda la vida parece un fracaso e intentas encontrar significados mirando una mancha de humedad que se esparce por el cielo raso,
pensando en las nubes que no veremos juntos.
1 comentario:
Que bella tu forma de escribir, de decirlo, Nahuel, siempre es un placer venir, leer, intentar adentrarse en tus versos.
Gracias
m.
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