Las palabras, la niña con vestido de tul.
Los dedos largos como sombras proyectadas,
esbozando en el vacio denuestos.
Las casas, los fantasmas en maderos;
Los cerezos y los mástiles de palo de rosa.
Las cuerdas que son sudor y práctica.
Cada día que nos trajo hasta el vértice de la unión.
Los parques, los cielos estallando.
Los alfileres bajo las uñas de cada lagrima mugrosa,
Los niños que fuimos con rodillas empapadas en carmín.
El abrazo que nunca se cerro, los signos de tus miradas,
Las manos dibujando, las manos descansando,
Cada día despertar para descubrir,
Cada día dormitar guarnecido de tristezas.
El camino alternativo feneciendo en sus arcanos.