Y si te hubiera dicho que la vida se trataba de arrojarse
de aquel taxi en movimiento en las horas del maitines,
quizás no me hubieras creído. O tal vez era demasiada cuita;
el sabor a leche agria que sobraba en nuestros días.
Por aquellas fechas marcadas en el calendario,
todavía mis ojos disfrutaban con las hadas,
y mis oídos captaban las pequeñas arañas
que cuelgan de los semáforos diseñando destellos roji-verdes.
Entiendo con certeza pura que el carisma de la inspiración
perece con el trajín de la mente.
Sin embargo, la tristeza no se apea.
Yo quería explorar mundos lejanos; pero aquí estoy,
esperando el bus.