Se pasó tejiendo tanto la vida
que tejió una jaula; la verdad, debió pensarlo menos, tenía el alma
herida por la meditación. Todo lo que perdió, los otoños entre los álamos de hojas color albor, las cortadas al afeitarse sin prudencia, el picor del pasto
mojado; nada volvería, ni el naranja ni el rojo ni el verde. En cambio, saboreó el acero de cada barrote para echarle más sal a sus días. ¿Puede alguien
exhumar el sabor de la lluvia o tan solo guarnecerse? Cómo te
adoro entre remembranzas, navegando tu silueta entre una manta eléctrica y los
gritos en el hotel donde todos sabían nuestros nombres, y Martha con su ropa
empapada escurriendo en el filo de la piscina dos lustros atrás y, el columpio
vacilando de la tierra al cenit.
Como si la vida pudiera elevarse.
4 comentarios:
Genial, excelente prosa.
Un placer leer tu trabajo siempre.
Beso y abrazo
Oh¡
Que hermoso que hermoso.
Y duele también.
Gracias, Nahuel
Abrazos.
Ío
Y.... deberías continuar.
Abrazo.
Preciosa prosa poética, Nahuel.
Bellísimas son todas tus palabras.
Besos
y
Felicitaciones
Ana
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