Entonces te encontré en las calles viejas de Cali, en los paisajes, en los pasajes, en las callecitas de cal de la Merced. Dos de la tarde. El día llora, el sol se derrama, el sol fabrica pecas, las nubes se evaporan. Yo te caí como el roció al clavel, la primavera termina en Cali; en Cali nunca hubo estaciones pero aun así termina, termina al terminarnos, las hojas fenecen en los adoquines de la Merced. Polvo de ladrillo para fabricar drogas, ahí quedaron nuestras huellas, nuestros pasos son aspirados por fosas nasales, como remembranzas que vuelan por conductos viscosos devoradores de recuerdos refugiados en la noche. Diez de la noche. Como si la hermosura pudiera evitarse, en tu rostro, en tus ojos ámbar, tus iris que atrapan zancudos prehistóricos, tu mirada que inyecta sangre, líquido vital de mi tiempo en la tierra, en tu rostro que es los murales de la Merced. Una de la mañana y caminas por los parques verdes y grises, el cerebro que entiende que no se puede.
3 comentarios:
Cuanta melancolía, y que hermosa la escribiste, Nahuel.
Gracias gracias.
m.
No conocía tu blog, pero me han encantado las palabras que he leído. Tienes una nueva seguidora.
thenameofthelight.com
Nahuel, me ha gustado descubrirte y leerte. Un placer.
Un cordial saludo
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