afuera los labrantíos rápidos y bruñidos,
y entre los gajos de trigo tostado
los ojos verdes de la abuela.
La casa de la tía
y mis pies descalzos de niño,
arrastrados por el parquet ennegrecido.
Los pies son como la consciencia.
La piel exigua de papiro
Los pies son como la consciencia.
La piel exigua de papiro
en el lomo de las manos de la abuela.
Sus venas cetrinas embebiendo tinta en sus vistas que eran un cristal húmedo que refracta los reflejos.
Las hijas que salvaste, Abuela.
Tu vida tan bucólica,
los rosarios que me obligaste.
La despedida que nunca te di.
Sus venas cetrinas embebiendo tinta en sus vistas que eran un cristal húmedo que refracta los reflejos.
Las hijas que salvaste, Abuela.
Tu vida tan bucólica,
los rosarios que me obligaste.
La despedida que nunca te di.
5 comentarios:
Un homenaje bellísimo a esa mujer que es la raíz de tu corazón, Nahuel, estampas del ayer sin despedida. Y si no, es la mujer raíz, amante de la vida cotidiana y simple que brilla hoy vuelta poesía en la gris línea del tiempo.
Saludos cariñosos
"Los pies son como la consciencia."
Toda la razón.
Que maravilla, Nahuel, que buen poema has escrito, y que belleza hay en sus versos.
Te aplaudo, te aplaudo y no dejo de aplaudirte.
Gracias por tu poesía
Besos
Ío
Nahuel: es un hermoso cuadro de admiración por la abuela...
Gracias por compartirlo
A veces casi es mejor no despedirse, porque las despedidas son siempre de lo más duras. Estoy segura de que si lo leyese, le encantaría.
Un beso.
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