caminas , y por entre edificios
esa calle de andenes menguados;
sonríes con tus dientes caucásicos.
esa calle de andenes menguados;
sonríes con tus dientes caucásicos.
Como si los tatuajes fueran de tinta
y los cardenales manchas en la piel.
Nada más que eso.
Nada más que eso.
La tarde quema tus pestañas,
ahora son tostadas dispersas en el viento,
te tocan la lengua,
saben a pruna un tiempo de verano.
Atras, la cortina amarilla del día,
Atras, la cortina amarilla del día,
un día que te araña los hombros,
como si las cargas pudieran redimir
y el balastro retoñara vidas.
y el balastro retoñara vidas.
Aquí estamos,
nunca logrando comenzar.
6 comentarios:
Uno nunca empieza, tampoco termina... es un nivel intermedio e interminable de la vida el que se puede describir.
Bien por ese verso.
Un abrazo.
Para continuar... solo hace falta comenzar...
Bellas letras, Nahuel, con ese toque místico tan envolvente.
Besos de mariposa.
Feliz finde!!!
Lo último resume todo, aunque tantas cosas terminaron sin comenzar.
Hermoso.
Nahuel, he vuelto a reabrir mi blog. Un enfrentamient con las preguntas de siempre; ser o no ser... por elmomento ser.
Un placer leer tu enigmático poema que se resume en la presencia de dos en un desgasatado e infinito comienzo.
Saludos
Un poema difícil, me quedo con los dos últimos versos, cuando no con todos.
Tendré que leerlo más veces, con una no basta para entenderlo, o intentarlo.
Gracias, Nahuel
Abrazos
Ío
"Con tus dientes caucásicos". Si tuviera que quedarme con algo, sería indudablemente con eso.
Un beso muy fuerte.
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